Sierra Nevada. Cahorros del Monachil (22/jun/2014)

Para la excursión del segundo día de nuestro fin de semana anual 2014 en Sierra Nevada no se había concretado nada porque el pronóstico del tiempo era incierto. Efectivamente, amaneció con bastante viento y nubes, por lo que decidimos bajar hasta Monachil para recorrer los cahorros del río Monachil cerca del pueblo. Bajamos, pues, por la carretera de la Sierra (A-395) y nos desviamos a la carretera de Monachil (GR-410), en el cruce indicado "Camping El Purche", "10 Monachil". La zona de los cahorros está al este de Monachil, río arriba. Unos 500m después de la salida del pueblo por la GR-410 en dirección a Sierra Nevada está el acceso.

Dejamos los coches en un mirador que hace también de aparcamiento y bajamos al río siguiendo las indicaciones por el camino que discurre entre las casas, con sus huertas y sus árboles. Allí nos ofrecieron cerezas de la zona, oferta que aceptamos a la vuelta, para no ir cargando con ellas todo el camino. Enfrente podíamos ver una de las paredes del barranco del río, con la toma de agua para la producción de energía hidroeléctrica. Tras las casas, salimos a campo abierto, ya muy cerca del inicio de los cahorros. El camino seguía por la ladera y se perdía dentro del barranco. En el inicio del barranco ya había barandas y escaleras excavadas para hacer más fácil el camino. En esa parte ya se aprecia la belleza del río, y poco después apareció la primera "atracción": el puente colgante, un divertido puente colgante, hecho en madera y acero, no apto para los que padezcan de vértigo. Aunque está firme, no deja de moverse durante todo el trayecto y, de hecho, está limitado a cuatro el número de personas que lo pueden cruzar a la vez.
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A partir del puente colgante empieza el tramo más encajonado, el más espectacular de los cahorros, con una erosión espectacular que ha creado un estrecho desfiladero de paredes verticales de varias decenas de metros de altura. El camino está excavado en el margen izquierdo del río y es fácil de transitar, salvo cuando nos encontramos a otras personas en el sentido contrario, porque es estrecho. Tras un breve tramo en el que las paredes están un poco inclinadas, no completamente verticales, se pasa por el segundo trozo de los cahorros, más llamativo aún si cabe, porque está cerrado por arriba, como si el techo estuviera formado por rocas gigantescas que se hubieran caído en un derrumbe. Tras esta parte, bastante corta, hay un segundo tramo encajonado, similar al primero al que se llega después del puente colgante.

Tras ese tramo, salimos a una zona mucho más abierta, donde las chimeneas de hadas son, tal vez, el elemento más llamativo. Poco más anduvimos por ahí. Avanzamos un trecho más hasta un segundo puente colgante, mucho más modesto que el primero, que cruzamos para llegar a una pequeña explanada junto al río, donde tomamos un refrigerio.

La vuelta la hicimos por el mismo sitio. Se ve que ya a esa hora se animó mucha más gente, muy variopinta, algunos con perros, otros con abuelos y abuelas que sorteaban sorprendentemente bien los obstáculos. La vuelta fue, por tanto, bastante más lenta, sobre todo en el puente colgante, donde tuvimos que esperar un buen rato a que nos tocara el turno para cruzar. A pesar de eso, una excursión preciosa. El final del día lo hicimos en el Restaurante El Puntarrón, junto al aparcamiento. Allí rendimos nuestro tributo gastrólatra subiendo varios puntos nuestros índices de colesterol.

Estas son las fotos de la excursión.

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