Cerro del Realengo (13/dic/2008)

La última excursión del 2008 debía llevarnos por la Sierra de Camarolos hasta el Cerro del Realengo, junto al nacimiento del Guadalmedina, donde fuimos en marzo del año pasado.

Sin embargo, la niebla nos impidió otra vez alcanzar nuestro objetivo y tuvimos que volvernos a mitad de camino. No obstante, el recorrido que hicimos mereció la pena.
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Iniciamos la excursión en Villanueva del Rosario, concretamente en el mirador de Hondonero, donde está la ermita de la Virgen del Rosario y el nacimiento del río Cerezo, conocido popularmente como el Chorro, adonde bajamos. El nacimiento estaba rebosante de agua por las lluvias caídas las semanas anteriores. Ahí pudimos contemplar una curiosa estampa del Chamizo, cubierto por la niebla.

Seguimos con los coches hasta la Dehesa de Hondonero, un llano donde aparcamos y empezamos a andar. El primer tramo era por una pista que subía atravesando un pinar de repoblación. De allí salimos a un llano a los pies de unos farallones, a través de los cuales teníamos que cruzar para llegar al puerto Memorias. En el paisaje disfrutábamos, dentro del verdor general, del contraste entre las hojas de los distintos árboles, con distintos tonos de marrón y de verde. Además, la niebla lo cubría todo muy cerca de nosotros, y le daba al entorno un punto fantasmagórico.

En cuanto subimos la primera ladera y entramos en la llanura del puerto estuvimos inmersos en la niebla. La temperatura era baja, y la humedad de la niebla y el viento que soplaba nos hacía estar aún más fríos. En ese inhóspito pasaje nos encontramos a unos amigos, a los que saludamos brevemente, porque las circunstancias no acompañaban. Luego los volveimos a encontrar y nos acompañaron el resto del camino.

El espectáculo en ese momento era soberbio. Avanzábamos casi sin visibilidad, con la niebla envolviendo todo, haciendo casi noche el día y con todo lo que había a nuestro alrededor, piedras y plantas, cubierto por cristales helados de niebla escarchada, creando un paisaje asombroso.

Lamentablemente, cuando íbamos a cruzar el puerto, una alambrada renovada y reforzada nos impedía el paso. Esa fue la puntilla, porque la niebla nos prevenía de seguir ya que intuíamos que podíamos perder el camino con facilidad. Decidimos volver sobre nuestros pasos hasta el llano de la salida del pinar y continuar el carril por el que habíamos llegado.

Luis nos contó que podíamos hallar los restos de una avioneta que se había estrellado algunos años en la zona. Aunque no los encontramos, hicimos un bonito y suave paseo. Seguimos un rato el carril y, en un momento dado, subimos a un pequeño farallón que usamos de mirador para ver las Villanuevas, la vega de Antequera y el Chamizo. Durante ese trayecto nos nevó, situación excepcional para los que vivimos en Málaga capital. A la vuelta a los coches cambiamos la nieve por lluvia, así que podemos decir que tuvimos suerte de escapar del granizo, que fue de los pocos elementos que nos faltaron ese día.

Paramos a comer a la vuelta bajo un coqueto encinar, que estaba tan vistoso como todo el paisaje que nos acompañó durante la excursión, exhuberante y vivo por las lluvias de las semanas anteriores.

Estas son las fotos de la excursión.

En el libro Por las montañas de Málaga, del que contamos con algunos autores en nuestras filas, se incluye un itinerario a la Cruz de Camarolos, cuyo recorrido es similar al que pretendíamos haber hecho. El Comando Preston, de Pasos Largos, tiene una descripción de la ascensión a La Cruz de Camarolos.


Comentarios

Javier ha dicho que…
Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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